Tenía 19 años. Era un joven como cualquiera, con sueños y anhelos... confieso: algo sensible. Estaba cursando el segundo año de la carrera de psicología. A pocos días de ocurrida la tragedia de la AMIA, escribí una carta para los argentinos… pensando que llegaría de alguna manera a cada uno, que tocaría cada corazón… escribí con puro sentimiento, con lo que me salía de adentro, sin filtros… escribí para una comunidad lastimada, desbordada, aún sorprendida, que había sufrido una herida, que me dolía mucho, y que aún hoy sangra…
A 13 años de ese horror, la comparto con ustedes…
A.M.I.A. Carta a los argentinos
Querida comunidad:
En los últimos días se ha escuchado hablar de catástrofe, de miedo, de persecución y de muerte. También han hablado judíos y cristianos, ateos y musulmanes, hasta se escucharon comentarios frívolos de políticos oportunistas y alejados de la conmoción comunitaria, conmoción puramente humana, para lanzar sus discursos políticos y sus repudios al gobierno directamente sobre los escombros, directamente desde los hospitales en donde no sólo judíos sino argentinos morían encerrados a cada minuto en el edificio de la muerte, en los siete pisos que formaban el edificio de la A.M.I.A.
No creo que sea oportuno hablar de pasado, de amenazas, de servicios de inteligencia, de culpas y culpables, de política y de muerte, sino que encuentro un sentido mucho más profundo en hablar de apaciguar dolor, de consolar angustia, de consolidar unidad y paz, hermandad entre pueblos de diferentes credos y convicciones que abrazan una misma bandera, celeste y blanca ésta, y que viven en absoluta armonía hace ya más de cien años.
Debemos terminar con el primitivo ojo por ojo, diente por diente para aprender, en algunos casos, y practicar en otros, el perdón a nuestros ofensores para que nuestros ofendidos nos perdonen cuando nos equivoquemos, sabiendo que el hombre, en su facultad de ser libre, utiliza esa libertad tanto para construir como para destruir, para dar vida como para quitarla, para perdonar como para condenar.
Lo verdaderamente importante en estos casos es consolar, pese al inmenso dolor reinante. Consolar a todo un pueblo, a toda una patria que "voló" literalmente el lunes 18 de julio pocos minutos antes de las diez de la mañana con una bomba que estalló en el pecho, en el corazón de la Asociación Mutual Israelita en la Argentina -más argentina que nunca- ; acompañar a inocentes que siguen abrazados al dolor y a la persecución desde aquel horroroso holocausto hasta nuestros días y a cuantos otros que no seguirán sino velando por sus muertos y por su ideología toda una vida.
La esencia de un pueblo como el argentino, que sufre un fuerte impacto en su seno, se ve manifestada principalmente en la solidaridad, el respeto y el trabajo de cada habitante. Vemos a judíos y a cristianos apoyándose, consolándose, alentándose, compartiendo un mismo y profundo dolor, orando a un mismo Dios, un Dios que muchos corazones no pueden ver ni sentir frente a estos momentos de terror, pero que saben ver que estos horrendos episodios no son sino asunto de los hombres, y que son éstos mismos los que deben sobrellevarlos y superarlos con Su ayuda.
De los grandes sufrimientos, como este lamentable y desgraciadamente inolvidable atentado a la sociedad argentina y especialmente a la colectividad judía, se aprenden muchas cosas, entre todas esas cosas se aprenden la felicidad y la paz, se aprenden la felicidad y la paz de un pueblo, de una bandera, de una nación, de un país ...
Saludo a ustedes respetuosamente.
En los últimos días se ha escuchado hablar de catástrofe, de miedo, de persecución y de muerte. También han hablado judíos y cristianos, ateos y musulmanes, hasta se escucharon comentarios frívolos de políticos oportunistas y alejados de la conmoción comunitaria, conmoción puramente humana, para lanzar sus discursos políticos y sus repudios al gobierno directamente sobre los escombros, directamente desde los hospitales en donde no sólo judíos sino argentinos morían encerrados a cada minuto en el edificio de la muerte, en los siete pisos que formaban el edificio de la A.M.I.A.
No creo que sea oportuno hablar de pasado, de amenazas, de servicios de inteligencia, de culpas y culpables, de política y de muerte, sino que encuentro un sentido mucho más profundo en hablar de apaciguar dolor, de consolar angustia, de consolidar unidad y paz, hermandad entre pueblos de diferentes credos y convicciones que abrazan una misma bandera, celeste y blanca ésta, y que viven en absoluta armonía hace ya más de cien años.
Debemos terminar con el primitivo ojo por ojo, diente por diente para aprender, en algunos casos, y practicar en otros, el perdón a nuestros ofensores para que nuestros ofendidos nos perdonen cuando nos equivoquemos, sabiendo que el hombre, en su facultad de ser libre, utiliza esa libertad tanto para construir como para destruir, para dar vida como para quitarla, para perdonar como para condenar.
Lo verdaderamente importante en estos casos es consolar, pese al inmenso dolor reinante. Consolar a todo un pueblo, a toda una patria que "voló" literalmente el lunes 18 de julio pocos minutos antes de las diez de la mañana con una bomba que estalló en el pecho, en el corazón de la Asociación Mutual Israelita en la Argentina -más argentina que nunca- ; acompañar a inocentes que siguen abrazados al dolor y a la persecución desde aquel horroroso holocausto hasta nuestros días y a cuantos otros que no seguirán sino velando por sus muertos y por su ideología toda una vida.
La esencia de un pueblo como el argentino, que sufre un fuerte impacto en su seno, se ve manifestada principalmente en la solidaridad, el respeto y el trabajo de cada habitante. Vemos a judíos y a cristianos apoyándose, consolándose, alentándose, compartiendo un mismo y profundo dolor, orando a un mismo Dios, un Dios que muchos corazones no pueden ver ni sentir frente a estos momentos de terror, pero que saben ver que estos horrendos episodios no son sino asunto de los hombres, y que son éstos mismos los que deben sobrellevarlos y superarlos con Su ayuda.
De los grandes sufrimientos, como este lamentable y desgraciadamente inolvidable atentado a la sociedad argentina y especialmente a la colectividad judía, se aprenden muchas cosas, entre todas esas cosas se aprenden la felicidad y la paz, se aprenden la felicidad y la paz de un pueblo, de una bandera, de una nación, de un país ...
Saludo a ustedes respetuosamente.
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